Rosa y yo


A Rosa le gustaban los helados de coco, las blusas blancas, los bebés, las novelas históricas, las películas de Greta Garbo, la música clásica, los tangos, las tazas de porcelana, las plantas, los cuadros, los bordados en filtiré, las explicaciones científicas, las cartas de amor, los refranes populares.

Le encantaba estar siempre bien vestida y arreglada, que le regalaran flores y bombones, jugar y charlar con chicos y chicas (cuando los tuvo, con sus bisnietos), leer mucho y de todo.

No tenía paciencia con “la gente que hace preguntas tontas” y los “fallutos”.

Tenía una memoria prodigiosa, un humor irónico y agudo, un sentido de la justicia innegociable, una firmeza imbatible en sus convicciones, una capacidad de análisis admirable, un orgullo infinito por los logros de la lucha de Abuelas y el reconocimiento internacional. Y también una ternura inmensa que guardaba para quienes elegía, detrás de su máscara de “vieja chinchuda” (como ella misma se definía).

Rosa y yo

Tantos y tantas han escrito –y muy bien– sobre su vida, su trayectoria y la huella que deja (incluyéndome), que no voy a agregar nada sobre el tema. Hoy sólo quiero recordar algunos momentos que compartí con ella.

En una síntesis apretadita, empiezo por el año 2004 cuando obtuve el 1° premio del Concurso de Letras de Tango x la Identidad (por “Soy”, que musicalizó y grabó conmigo el Maestro Raúl Garello). Al leer mi apellido, Rosa descubrió que mi papá era Toto, un pibe de Moisés Ville, su pueblo. Y así empezó el vínculo de amor entre nosotras.

Unos años después emprendimos juntas la aventura de escribir su biografía. Pasamos tardes enteras de charlas en el living de su casa encendiendo recuerdos, emociones, lágrimas, broncas y risas, y tomando cafecitos con tortas y facturas. Cantamos tangos y canciones en idish, vimos películas en blanco y negro en mi netbook, compartimos cumpleaños suyos y míos, nos reímos de chistes y pavadas (“Qué loca que sos”, me dijo mil veces), me retó y “perdonó” otras mil veces por distintos motivos (como una madre o abuela amorosa) A partir de la publicación del libro en 2013, viajamos juntas por distintos lugares del país.

Me abrió su corazón, su casa, su familia.

Estuve en las audiencias del juicio por el secuestro y desaparición de su hija y yerno. En marchas, actos, charlas, presentaciones y distinciones a su persona. En eventos y momentos especiales y cotidianos de las Abuelas y sus Nietos y Nietas. Canté para ella y para todas en diferentes oportunidades.

Rosa y yo

La visitaba en el Hogar donde pasó los últimos años de su vida. Pude despedirme hace pocos días. Y me guardo para siempre la sonrisa tierna y breve que me regaló esa tarde, ya sin palabras.

106 años de vida son muchos, pero una espera que algunas personas sean eternas. Hasta que la realidad te dice que no. Que no es posible.

Gracias, Rosa, Rosita, Site de mi corazón. El pueblo del mundo entero te agradece a vos y a cada una de las Abuelas, hermosas luchadoras del amor. Y además, yo agradezco haber sido tu amiga.

Gracias por tu vida. Te despido como lo hacíamos siempre: beso, beso, beso.

Y hasta la victoria siempre. Siempre.

* Autora de “Abuela. La historia de Rosa Roisinblit, una Abuela de Plaza de Mayo”, publicado por Marea Editorial, 2013, Buenos Aires, Argentina. Con prólogo del Rabino Daniel Goldman.



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