La doctrina del adoctrinamiento y el gesto crítico de pensar


Desde hace un buen tiempo, la noción de “adoctrinamiento” se ha convertido en una especie de grito de guerra para caracterizar, desde un ángulo conservador, a ciertas prácticas docentes que aluden a cuestiones políticas. De este modo, es considerado adoctrinamiento hablar de derechos vulnerados o de la revisión crítica de la historia, pero es improbable que se acuse de tal falta a quien se exprese a favor de “salvar las dos vidas” o pase en clase un episodio de Tuttle Twins, el nuevo dibujito animado anarcolibertario de Paka Paka.

Aunque se refiera en principio al proselitismo partidario realizado desde el aula (cosa que también puede suceder, claro) la mayoría de las veces el término se emplea para cuestionar posturas progresistas explícitas. Así, un docente de Río Negro fue acusado de adoctrinamiento por recuperar la idea de que “la patria es el otro”, una maestra de nivel inicial de Santa Fe fue pasible de idéntica denuncia por usar en un acto un títere que representaba a la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y en la misma línea un maestro de tercer grado de Ciudad de Buenos Aires, Federico Puy, fue sancionado esta semana por dar un mensaje de humana solidaridad a los maestros y niños bombardeados en Gaza en el marco de las acciones militares de Israel tras el atentado terrorista de Hamas, hace ya casi dos años. El mensaje aludía muy especialmente a un joven (ex-alumno de esa escuela) que se encontraba afectado por las bombas en esa zona.

Contraste

Me gustaría analizar el contraste entre dos términos que, desde extremos opuestos del arco político, se emplean para denominar el abordaje escolar de asuntos de interés público: “adoctrinamiento” y “pensamiento crítico”. Hablan más o menos de lo mismo, pero desde lugares y con connotaciones muy diferentes. Es preciso además hacer una observación acerca del diferente status epistémico de ambos términos: mientras que “pensamiento crítico” es un constructo de larga tradición en el campo pedagógico, con profundidad teórica e inserción en diferentes debates, la idea de adoctrinamiento (en su uso actual) adolece de una falta de consistencia que la hace poco fértil para el análisis directo y nos invita a pensarla más bien como fenómeno discursivo.

Comencemos por formular algunas preguntas obvias acerca del adoctrinamiento: ¿qué tipos de contenidos son pasibles de inculcarse bajo el mecanismo presuntamente adoctrinador? ¿Qué diferencia a una presunción de adoctrinamiento de cualquier debate curricular en el que se argumente a favor de incluir (o no) ciertos saberes en los programas? ¿Quiénes ostentan posiciones pasibles de considerarse de tal modo? ¿Quiénes serían los sujetos de esta relación de adoctrinamiento? Es decir: ¿quién tiene el poder de adoctrinar y quién estaría expuesto a ser adoctrinado?

En el caso específico del maestro porteño que se solidarizó con las infancias palestinas: ¿mostrar compasión y solidaridad colectiva por los niños masacrados en Gaza… es adoctrinamiento? Y de serlo: ¿lo es por la sola mención del conflicto o por el modo de abordarlo? El hecho de ver a un maestro compartir su pesar por esas muertes infantiles durante los 40 segundos de su intervención en un acto escolar: ¿instala en los alumnos algún tipo de “doctrina”? ¿Qué efectos tiene sobre esos mismos alumnos ser testigos de las sanciones que el gobierno aplica a su docente por haber expresado ese gesto de humanidad? ¿Cómo llega a “adoctrinarse” a alguien, mediante qué mecanismos, en qué tiempos, con qué efectos duraderos?

Tras las conversaciones -institucionales y familiares- que sigan en cada pasillo, mesa familiar, etcétera, tras la sanción al maestro (que no durará 40 segundos, sino mucho más) ¿saldrán los niños más o menos sensibles al sufrimiento del pueblo de Gaza? ¿Qué habrán aprendido? ¿Se los habrá educado o adoctrinado con esa experiencia, por cierto más intensa que la de los pocos segundos expuestos a la palabra “Gaza” en el acto?

Qué, cómo y para qué

Si la enseñanza tiene un contenido (qué se enseña), un método (cómo se enseña) y unos fundamentos (para qué se enseña), la distancia entre una enseñanza respetuosa, abierta y plural opuesta a una de rasgos adoctrinadores se debería diferenciar sobre todo en los modos y los fines, y no tanto en los contenidos.

Los contenidos, aunque estén escritos con detalle en los diseños curriculares, se abren en conversaciones y experiencias en las aulas. Desde este primer ángulo, la intervención del maestro pacifista fue muy clara. Frente a hechos que los niños ven en televisión y de los que indefectiblemente escuchan hablar, hizo lo que hace un maestro: se expresó desde el lado humano, y rindió “un pequeño homenaje a los maestros de Gaza y a las infancias de Palestina”. También refirió a quienes “están viajando en la flotilla ahora, intentando llegar a Cisjordania, y a un alumno muy particular, ex alumno de esta escuela, que está por cuestiones de trabajo en Qatar y el día de ayer sufrió los bombardeos”. Sus palabras evitaron toda referencia a la geopolítica o a partidos políticos y no hizo referencia tampoco al cuestionable apoyo que nuestro gobierno brinda a esta matanza, a pesar de las innumerables condenas internacionales.

El escenario del acto, como espacio comunitario y simbólico, sirve simplemente para tematizar, para abrir un espacio que paralelamente pueda retomarse en el marco de las aulas, con el rigor y el aplomo que permite el tiempo escolar, ese tiempo lentificado y tan diferente al tiempo frenético de las redes digitales.

Por otro lado, la acción de “inculcar a alguien determinadas ideas o creencias”, de aleccionar, adiestrar en forma tendenciosa y de manera generalizada para orientar conductas sociales sin dar lugar a un pensamiento propio (definiciones de “adoctrinamiento”) es evidentemente una operación que demanda mucho poder. ¿Quién puede adoctrinar hoy en nuestra sociedad? ¿Quién tiene ese poder? Para que haya adoctrinamiento debe haber, como la historia revela, una hegemonía central que tenga en sus manos una maquinaria poderosa de inculcación y censura.

Adoctrinaba, sin duda, el sistema educativo del régimen nazi. Los educadores e intelectuales nazis exaltaban la raza nórdica y otras razas arias, y clasificaban a los judíos y a otros pueblos considerados inferiores como razas bastardas, parásitas, “incapaces de crear una cultura o civilización”, como lo señala la Enciclopedia del Holocausto. Para ello, contaban con el poderoso aparato estatal y las fuerzas militares y políticas de la censura. Adoctrinaba innegablemente la dictadura militar argentina en 1977 cuando el ministerio de educación distribuía el famoso folleto “Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos a nuestro enemigo)” para promover la delación de estudiantes y docentes que luego eran secuestrados, torturados y asesinados.

Pero hoy, si el poder central adoctrina, lo hace por medio de mecanismos muy diferentes. El mayor modo de expresión del fenómeno, aunque pocas veces se lo denomine “adoctrinamiento”, es el de las fake news y las estrategias de “guerrilla digital” elaboradas por equipos de inteligencia gubernamental con fondos públicos para crear artificialmente tendencias de opinión en la población autopercibida como “despolitizada”.

Las maestras y los maestros, por principio, presentamos y tematizamos asuntos que, en su inmensa mayoría, son atemporales y hasta anti-coyunturales (la regla de tres, la revolución francesa, las partes de las células, los anticiclones, las guerras y los genocidios de la historia), pero que cobran sentido al entrar en conversación con elementos de la realidad que sirven para pensar esas cuestiones en perspectiva crítica, en el sentido emancipador que Freire, McLaren o Giroux le dan al término.

Cuando, desde posiciones de derecha, se señalan las referencias a las luchas sociales o al revisionismo histórico como actos de adoctrinamiento, se omite el hecho de que uno de los principales rasgos del pensamiento crítico como meta de la educación es la autonomía intelectual del estudiante. Es así que muchos trabajos acerca del pensamiento crítico se enfocan en señalar sus vínculos con la autonomía y su consecuente lejanía respecto de la forma de inculcación irreflexiva a la que se alude con el término “adoctrinamiento”. Paradójicamente, la práctica de conducir la vida escolar hacia lugares ideológicamente señalados se ve mucho más claramente representada en el acto de censura hacia el maestro Puy (que, además, es delegado sindical, lo que redobla la gravedad de esa censura) por parte del aparato estatal: las primeras voces en alzarse para pedir censura fueron las del propio jefe de Gobierno y la ministra de Educación.

El diseño curricular de primaria de la CABA expresa en sus fundamentos pedagógicos que “reconocer a los niños y las niñas como sujetos de pleno derecho (establecido en la Convención de los Derechos del Niño, de rango constitucional) implica adoptar una pedagogía que concibe a los estudiantes como productores de significados, capaces de interpretar el mundo en el que se encuentran, y aptos, no sólo para formular alternativas, sino también, para realizar cambios en la realidad”. El documento oficial del ministerio a cargo de Mercedes Miguel no considera que los niños se “adoctrinen” por presenciar un homenaje a las víctimas de una guerra atroz.

Para quienes vivimos lejos de Gaza y nos cuesta entender las pasiones e intereses de esa guerra tan cruenta; para quienes sentimos idéntica repugnancia por los crímenes de Hamas y los crímenes de Netanyahu, pero también vemos que el estado actual de las cosas muestra una desproporción inconcebible entre medios y fines, un sufrimiento y una crueldad que recaen sobre los más débiles e inocentes; para quienes creemos en la paz y la vida y estamos convencidos de que la escuela tiene algo que aportar a su construcción como derecho de las infancias; para quienes abrazamos el gesto crítico de pensar, para todos nosotros, llamar “adoctrinamiento” a la invitación de un maestro a un pensar y sentir humano y compasivo, es sencillamente una canallada.

* Doctor en educación, profesor investigador de Unipe y docente formador en ISPEI Eccleston



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