“Demandan mejorar las relaciones intergeneracionales”


“La apuesta más fuerte del libro, contra cierto prejuicio de quien no lo leyó, tiene que ver con la búsqueda del encuentro intergeneracional. No con cuestionar a las personas adultas por el hecho de serlo. Tiene que ver con mirar o preguntarnos cómo estamos siendo personas adultas, cómo estamos tratando a chicos y chicas, en qué medida les registramos y escuchamos. En qué medida les consideramos personas como nosotros, para buscar achicar la grieta profunda en términos generacionales”. Así explica Santiago Morales, sociólogo especializado en infancias y adolescencias, la esencia del libro que escribió junto a su colega española Marta Martínez Muñoz: Adultocentrismo. ¿Qué piensan chicas y chicos?, editado por Chirimbote.

Como su nombre lo indica, la obra se basa en qué entienden niñas, niños, adolescentes y jóvenes en torno a la idea de adultocentrismo, un término que ni siquiera está en el diccionario. Plasma los resultados de un “estudio exploratorio” basado en casi 200 testimonios de chicas y chicos de Argentina, México, España, Chile y Colombia, entre otros países.

Qué piensan chicos y chicas sobre adultocentrismo: “Demandan mejorar las relaciones intergeneracionales”
Santiago Morales, sociólogo y coautor de Adultocentrismo, ¿qué piensan chicos y chicas?

“Más allá de su ausencia en el diccionario, sobre lo que no hay dudas es sobre su presencia en la vida cotidiana. Hay adultocentrismo en las aulas escolares, en la crianza familiar, en el diseño e implementación de políticas públicas (o en la ausencia de éstas), incluso en las zonas de juego de los parques infantiles en cualquier ciudad del mundo -expresan los autores- Este libro es una invitación a visibilizar esta evidencia y, sobre todo, a escuchar pensamientos infantiles y juveniles acerca del tema”.

“Para mí el adultocentrismo es que lxs adultxs crean que son superiores o que tienen la razón en todo solo por ser mayores.”
Chica, 13 años, Argentina

“El adultocentrismo es algo que se ve al revés de como lo ve un/a niño/a.”
Chica, 9 años, España

“Creen que lo que digo no es en serio.”
Chica, 8 años, México

“No por el simple hecho de ser mayores significa que sean sabios o algo por el estilo”.
Chico, 13 años, Chile

Por una escucha verdadera

“Es un libro pensado para personas adultas. Docentes, madres, padres, profesionales. Pero escrito con la vocación de ser en la medida de lo posible para todo público”, explica Morales a Tiempo. “Surge porque veíamos la necesidad de producir un material que esté al alcance para aproximarse a este término que en los últimos diez años empezó muy lentamente a usarse. Hoy saludablemente está en boca de diferentes personas con preguntas o sensibilidad en torno a la infancia, pero muchas veces haciendo un uso intuitivo del término”. Para conceptualizarlo desde la sociología, y con un abordaje interdisciplinario, se acudió a las voces más jóvenes: “Contra nuestros prejuicios, respondieron muy claramente qué entienden por adultocentrismo”.

“Entre las cosas que nos llamaron la atención, a pesar de que chicas y chicos señalan aquellos tratos, comportamientos o actitudes adultas que les molestan, al mismo tiempo cuando les preguntamos qué consejos nos darían lo que se lee en el conjunto es una vocación muy hermosa por mejorar las relaciones”, destaca Morales. “Nos demandan -casi diría con vocación pedagógica- que les escuchemos, que seamos humildes, coherentes. Que seamos empáticos, que intentemos ponernos en su lugar, para intentar comprender sus necesidades registrando su punto de vista. Aunque eso no modifique nuestra opinión. Escuchar con paciencia, una escucha que sea verdadera, honesta, para que el diálogo pueda ser más genuino”.

“Hay una demanda muy grande de mejorar las relaciones intergeneracionales –insiste el sociólogo- Porque las chicas y los chicos cuando piensan en el mundo adulto piensan en su mamá, su tío, su maestra. Salvo contextos de violencia profunda -que los hay- en términos generales demandan ser amados”.

Qué piensan chicos y chicas sobre adultocentrismo: “Demandan mejorar las relaciones intergeneracionales”

Cuatro prácticas adultistas

A partir de las respuestas de infancias y adolescencias, Morales y Martínez Muñoz dieron cuenta de cuatro “prácticas adultistas” muy extendidas: autoritarismo, limitación/prohibición, subestimación/humillación y carencia de voz. “Llamativamente, se repiten tanto en la familia como en la escuela, los dos ámbitos que más significatividad tienen en chicos y chicas por razones lógicas. Pero aparecieron con distintas intensidades dentro del análisis de las respuestas: por ejemplo el autoritarismo es lo que más señalan que les incomoda en las escuelas. Demandan que dejemos de creernos superiores desde la lógica de mando, que no impongamos el temor como método de enseñanza. Prácticas antes naturalizadas, hoy podemos reconocer que no deberían ser así”.

“En la escuela una vez quise decir algo y me dijo un maestro que no tenía la edad para opinar porque me faltaba mucho por vivir.”
Chica, 15 años, México

“En el colegio me decían que era demasiado chico para hablar de política.”
Chico, 12 años, Argentina

La dificultad para la conexión intergeneracional no es novedad. Es, casi por definición, uno de los rasgos de la adolescencia. Pero Morales advierte sobre el impacto que tiene sobre esto el hecho de que los vínculos estén atravesados por dispositivos electrónicos y pantallas.

“Una característica de la adolescencia es manifestarse en contra de la injustica: cuando registrás que en tu casa o escuela te dicen una cosa y hacen otra, te exigen cosas que los adultos no se exigen, te subestiman. Las personas en la adolescencia van entendiendo que tienen otras herramientas para manifestarse que de pequeñas no tenían, en términos de una lectura de las relaciones de poder. Pero una particularidad de este tiempo tiene que ver con el desembarco de los dispositivos electrónicos, que ofrecen la posibilidad de objetivamente estar en otro planeta. Esto que se impugnaba desde el mundo adulto, ‘estás en la luna’, es posible y está sucediendo. Mientras muchas chicas y chicos están en la escuela están apostando o jugando o chateando con otras personas de alguna parte del mundo. Si a eso le sumamos que las personas adultas no problematizamos que subestimamos o tratamos de manera autoritaria, en tanto no podamos ir al encuentro afectivo, humano, y nos quedemos en el mandato de ‘te tengo que decir lo que tenés que hacer’, eso se va a seguir profundizando”.

Conexión y soledad

La presencia de los dispositivos electrónicos y su impacto atraviesa el libro, como todo abordaje relacionado con las infancias y adolescencias de hoy. Los autores señalan la paradoja de “vivir comunicades con cualquiera en cualquier momento, pero al mismo tiempo muy solos y solas”.

Morales lo relaciona con “un diagnóstico más general de orfandad. Las personas adultas también cada vez más estamos con una suerte de sintomatología muy ligada a la soledad, que se expresa en depresión, ansiedad, ideas suicidas o intentos de suicidio, inconformismo. En el caso de las niñeces, cada vez más se encuentran en Argentina con un Estado que les está abandonando en términos de garantía de derechos, con familias que cada vez pueden menos económica y anímicamente, porque las personas adultas estamos agotadas, diezmadas por un cotidiano demencial, muy vertiginoso, entre multilaburo y plataformas digitales”.

El reclamo por mejorar las relaciones intergeneracionales emerge de un contexto en el que se volvió habitual una presencia ausente: “Muchas veces estamos con nuestros hijos objetivamente, pero no estamos con ellos sino scrolleando o respondiendo un mail del trabajo”.

“La crítica al adultocentrismo, igual que al patriarcado, no es para generar enemigos sino pensar qué prácticas sociales, qué modos de trato reproducen formas de violencia amparadas en un sistema de dominio. Entendemos el adultocentrismo como un sistema de dominio que atraviesa todas las instituciones, porque está en el corazón del modo de vida capitalista”, define Morales.

El libro publicado por Chirimbote, editorial que acaba de cumplir una década entre antiprincesas y antihéroes, invita a visibilizar las definiciones y reflexiones que aportaron infancias y adolescencias para tenerlas en cuenta y darles lugar en un mundo regido por miradas adultas.



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