Tres profesores de ajedrez, que también son músicos, se reunieron alrededor de una idea: realizar una obra de teatro que combine sus dos pasiones, en una puesta capaz de atraer a las infancias y, de paso, enseñarles. Así nació Ajedrez de otro mundo, escrita, dirigida y protagonizada por Paula Gluzman, quien sube a escena junto a Nicolás Kornblihtt y Alejo Slucki, todos docentes del Programa de Ajedrez Escolar de la Ciudad de Buenos Aires y artistas. La propuesta ya lleva tres temporadas convocando a las familias alrededor de una historia que conjuga piezas, tableros, instrumentos y canciones, y que para despedirse de estas vacaciones de invierno, tendrá funciones el sábado 2 y el domingo 10 de agosto en Timbre 4.
“Empecé desde muy chica con el ajedrez, en el colegio», cuenta a Tiempo Gluzman. «Luego me anoté en un torneo, gané una beca y me seguí formando». Así, con el tiempo, llegó a dar clases de este milenario juego de estrategia en las escuelas públicas de la ciudad, además de desarrollar otra gran vocación: la del bandoneón. Y fue en las aulas donde se cruzó con Kornblihtt y Slucki, colegas en la docencia y la música.
“Nos juntamos los tres para contar la historia de una torre y un alfil que están a punto de casarse, pero la torre se fuga y ahí comienzan una serie de sucesos disparatados que tienen a las canciones como hilo conductor, casi todas didácticas, porque sirven para conocer un montón de contenidos del ajedrez escolar”, retoma Gluzman sobre el proyecto pensado para los chicos de 5 a 12 años. “Los personajes en escena son una dama, que es la organizadora del evento, la wedding planner, que contrata para la boda a un músico y a un profesor de ajedrez, que en apariencia son dos inútiles que no la ayudan en nada. También actúan con nosotros Valentina, León y Olivia, niños que hacen varios personajes, y sin dudas, otro gran participante es el público: nenes y nenas que van resolviendo problemas de ajedrez y otros acertijos que hay en el espectáculo”.

—¿Cómo se articula la enseñanza dentro de la obra?
— Ya en la entrada del teatro hay otro profe que recibe a los chicos y juega con ellos al ajedrez mientras esperan que empiece la función. Después, en escena, trabajamos contenidos como movimientos de piezas, mate en dos (o jaque mate en dos, que nosotros los profes le decimos así) y otro montón de figuras como el jaque mate pastor, el mate del loco, entre otros que se plantean en la puesta. Y está la música, que atraviesa diferentes géneros. Como yo vengo del tango y soy bandoneonista, por supuesto que hay un tango, pero también hay cumbia, reggae, vals, un montón de propuestas distintas. Los chicos y los adultos tienen una reacción muy linda y contagiosa, además, porque bailan y acompañan con las palmas, así que la respuesta es genial.
Mucho más que un juego
Aunque se trata del mismo tablero e idénticas piezas que usan los famosos prodigios que compiten en todo el mundo, en su variante escolar, el abordaje del ajedrez amplía su alcance para combinarse con el resto de las disciplinas que forman a los chicos en el aula. “Se articula con otras materias como matemática, y en nuestro caso, también con las artísticas”, explica Gluzman, quien además de su práctica ajedrecística, se formó en teatro con Nora Moseinco, en dramaturgia con Cecilia Propato y Mauricio Kartun, y como bandoneonista, con Rodolfo Mederos. “Las ventajas del ajedrez, para los chicos, son un montón: favorece la concentración, la paciencia, el respeto por el otro y por las reglas del juego; permite tener diferentes perspectivas de una misma situación, desarrollar el pensamiento lateral, adelantarse a situaciones, son múltiples los beneficios”, resume sobre su experiencia en el ámbito de la educación pública.
—¿Cambió el panorama en relación a la dispersión que promueven las pantallas?
— Creo que no solo hay que hablar de los niños y niñas, sino también de los adultos, que estamos muy ansiosos: hay una ansiedad generalizada. En cuanto al teatro, para todos se trata de disponerse una hora a vivir un cuento, a dejar de lado los celulares y pasarla genial.
— Después de todos esos estímulos en escena, ¿qué devoluciones tienen?
— Cuando termina la función, tanto los chicos como los papás y mamás nos suelen comentar que quizás no sabían nada de ajedrez, y que gracias a la obra se van con ciertos conocimientos y, sobre todo, con muchas ganas de jugar. Es común que nos cuenten que los chicos piden que les compren un juego de ajedrez porque tienen ganas de ir a un club a aprender, o también de jugar online, así que eso es principalmente lo que se llevan. Y siempre, lo más importante es que disfruten, la pasen bien y se diviertan.
Puente entre generaciones e inspiración milenaria
Paula Gluzman apunta otras características de Ajedrez de otro mundo, como su espíritu de homenaje a los clubes de barrio que fomentan la disciplina —la directora recuerda especialmente su paso por el Club Villa del Parque y el Círculo de Ajedrez de Villa Martelli, entre otros—, y también la reivindicación del ajedrez como entretenimiento. “Con la obra buscamos sacarle ese manto solemne, aburrido y ñoño al ajedrez, ese prejuicio de que es algo difícil o solo para pocos. Es muy importante para nosotros remarcar que todos podemos jugar y pasarla genial, y también, que promueve el encuentro entre generaciones, porque un niño o una niña puede jugar con su tío, o con su abuelo, no solo al ajedrez, sino a otros juegos de mesa, y compartir tiempo de calidad”.
La docente y música subraya, además, la importancia del ajedrez en la cultura universal. “Está cargado de símbolos que inspiraron a escritores como Borges, Cortázar, y a tantos artistas que tomaron a este juego como un disparador para su creatividad”.

Ajedrez de otro mundo
Una obra de Paula Gluzman. Actúan: Paula Gluzman, Nicolás Kornblihtt y Alejo Slucki. Presentadora: Valentina Schiaffinno. Músicos: Paula Gluzman, Nicolás Kornblihtt y Alejo Slucki. Sábado 2 de agosto a las 17 y domingo 10 de agosto a las 16, en Timbre 4, Boedo 640, CABA.