un reclamo para dejar atrás la institucionalización


Este 20 de noviembre se cumplen 36 años de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), el tratado internacional más ratificado en el mundo y el marco que transformó para siempre la manera en que entendemos a niñas, niños y adolescentes: no como objetos de protección, sino como sujetos plenos de derechos. Sin embargo, a más de tres décadas de su aprobación, uno de los aspectos más críticos de la agenda de derechos de las infancias que están bajo protección del Estado sigue pendiente en nuestra región y en Argentina: el derecho a ser cuidado en familia y comunidad.

Hoy la pregunta es si podemos seguir haciendo lo mismo. La respuesta es clara: no. No podemos seguir sosteniendo un sistema de cuidados alternativos centrado en instituciones cuando sabemos -por evidencia acumulada y sobre todo por la palabra de quienes lo vivieron en primera persona- que la institucionalización prolongada vulnera derechos, limita oportunidades e impacta en la vida adulta.

En Doncel desde hace 20 años trabajamos para transformar el sistema siempre poniendo en el centro el protagonismo, la experiencia y opinión de los chicos y chicas que crecieron en instituciones por años, atravesando pérdidas de sus redes y vínculos, cambios de centro de vida, procesos adoptivos fallidos, decisiones tomadas sin ser consultados. Sus testimonios nos muestran con crudeza los límites de un modelo de cuidados que debemos transformar.

Hace apenas unos meses, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dio un paso histórico al reconocer el cuidado como un derecho humano autónomo. Ese pronunciamiento cambia el eje del debate: ya no se trata de mejorar instituciones, sino de comprender que el cuidado es un derecho que se ejerce en vínculos, en comunidad, en familias fortalecidas y acompañadas.

En la misma dirección avanza la Carta Global para la Reforma del Cuidado, presentada en Naciones Unidas por el Reino Unido y firmada -hasta el momento- por más de 100 gobiernos, organismos internacionales, organizaciones de la sociedad civil y jóvenes con experiencia vivida.

La Carta llama a prevenir la separación familiar, a fortalecer a quienes cuidan, a priorizar de forma decidida las opciones basadas en la familia cuando el cuidado alternativo es necesario y a avanzar, de manera progresiva, hacia el fin de la institucionalización.

Argentina forma parte de esa conversación global y comparte esos estándares. Sin embargo, aún no ha adherido a la Carta Global y hoy seguimos teniendo un sistema que aloja a 9 de cada 10 niños en dispositivos institucionales. Transformar este sistema es urgente y también es posible.

Ya sabemos qué funciona: apoyos reales para que las familias no colapsen; equipos especializados cercanos al territorio; medidas de protección que no separen cuando puede evitarse; programas de cuidado familiar sólidos y supervisados; transiciones acompañadas para adolescentes y jóvenes que egresan y una participación genuina de chicas y chicos en cada decisión que afecta su vida.

No se trata de imaginar un futuro idealizado, sino de implementar políticas públicas que estén a la altura de los derechos que necesitamos defender.



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