El Playón de La Boca, sus pibes y el desalojo


En la esquina de Araoz de Lamadrid y Del Valle Iberlucea, a 150 metros del Riachuelo, a cuatro cuadras de La Bombonera, en pleno corazón de La Boca, está El Playón donde juegan los pibes del barrio.

Para algunos siempre estuvo allí y no es una exageración porque en esa esquina hace más de cuarenta años hubo un conventillo. Uno de los males que aquejan al barrio, el incendio, lo redujo a cenizas. Hoy, el otro mal que aqueja al barrio en su extensión, el desalojo, proyecta su sombra sobre El Playón.

La Boca siempre sufrió estás amenazas, pero parece que cada vez son mayores. Entendemos que las miradas inmobiliarias se posan sobre ella, gracias a los avances que hubo en la recuperación del Riachuelo y su navegación, las nuevas resignificaciones que tuvo el fútbol y la continuidad ribereña de Puerto Madero. Es notable que todo eso no sirva para generar trabajo y desarrollo, potenciando la actividad económica perdida.

Precisamente, ese playón decorado por el arte popular reivindica al transbordador, los conventillos, La Bombonera y el azul y amarillo que embanderaba a aquel barco sueco que dejó para siempre sus colores en esa ribera.

El Playón es un lugar donde se desarrollan actividades deportivas, que nuclea a las infancias y permite su seguimiento médico y social. También allí ensayan Los Príncipes de La Boca, la murga y el carnaval aun avivan su llama y juntan durante todo el año a los pibes y las pibas en sus preparativos.

También hay festejos, conmemoraciones y todos los días hay actividades.

El Playón de La Boca, sus pibes y el desalojo

Este cuadrado al aire libre es cuidado por la misma comunidad. Lo mantienen iluminado por las noches, limpio y hermoso. Es un museo vivo de La Boca, al aire libre y gratuito. Todo se puede tocar para jugar y esta atendido por sus dueños reales, los vecinos y vecinas.

Pero, como suele ocurrir, cuando aparecen variables que indican mejora, éstas no parecen favorecer a quienes allí viven. Parece que las mejoras solo sirven para expulsar a quienes hicieron del lugar algo particular y genuinamente boquense. A eso los libros le dicen gentrificación. En el barrio, tal vez no conocen el concepto, pues solo se los convida siempre a la primera instancia, el desalojo.

Las madres y padres, solo piden una mesa de diálogo con el gobierno de la ciudad, un espacio para discutir un proyecto de inclusión, tan necesario.

Hace unas noches pasaba por ahí y entre una cantidad muy grande de pibes, reconocí al entrenador que con su silbato seguía las alternativas del juego. Era un muchacho grande al que llamaban, Rama. Me acerque a saludarlo, nos dimos un abrazo y me dijo: “Lo que ustedes hacían antes ahora lo hacemos nosotros”.

Fue emoción pura. Hace muchos años, yo andaba con el silbato colgado, siguiendo el juego y entre los pibes estaba quien fuera, Ramita.

A veces las leyes que rigen la convivencia urbana, no son justas. Si alguien abandona una propiedad durante cuarenta y pico de años, en un lugar de importancia barrial y la misma comunidad invierte en trabajo, dedicación, arreglos, decoración e iluminación ¿no hay premio? ¿Cómo hacemos para que aquellos “valores xeneizes” solidarios construyan hoy comunidad y sigan siendo la tradición más linda del barrio de La Boca? ¿cómo los ayudamos?.



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